Felisa había llegado a Toledo desde su pueblo, Navahermosa, para servir en la ciudad. En algún momento conoció a Antonio, y el 1 de abril contrajeron matrimonio. El libro de familia que indica la inscripción en el registro civil de la unión, no es el original. Fue confeccionado, probablemente, con motivo del nuevo matrimonio de mi abuela con mi abuelo Félix, en 1963. En la portada del mismo, figura que se trata del "Modelo Oficial, Edición de 1962".
En el libro, también se consigna el lugar y la fecha del fallecimiento de mi abuelo Antonio en Francia, el 22 de agosto de 1955, en Aix-en-Provence )Bocas del Ródano), con el sello del Consulado General de España en Marsella, por lo que debió ser enviado, en su momento, a aquella ciudad, desde Toledo, para que fuera rellenado y sellado por el consulado, y devuelto a mi abuela.
Resulta curioso que la defunción de mi abuela, en el año 2000, aparece registrado en los dos libros de familia, en el de Félix Mateo López, que se inició con el matrimonio con su primera esposa, Santiaga Villamor Alonso, en 1951, y en el de Antonio Gómez López, probablemente debido a que mi abuelo Félix Mateo era una persona muy metódica y ordenada, y puede que pensara que era necesario, para tener todo en regla, llevar ambos documentos al registro civil.
Los primeros intentos de conseguir la partida de matrimonio original de Felisa y Antonio, utilizando para su solicitud el tomo y página que aparecen recogidos en el libro de familia, no fructificaron. Desde el registro civil contestaron que una vez examinados los libros de índices correspondientes a la fecha indicada, no se había hallado la inscripción solicitada. Esto me llevó a pensar en la posibilidad de que el matrimonio no hubiera tenido lugar realmente, primero, porque el libro de familia, como dije, no es el original, segundo, porque la partida de matrimonio no apareció, y tercero, porque era posible que, en plena República, los novios hubieran optado, simplemente por convivir. Sin embargo, un día, por casualidad, revisando la prensa de la época, mi vista se fijó en un pequeño recuadro del diario "El Castellano·, del 1 de abril de 1936. En la página 4, en la sección "Registro Civil", aparecen consignados los nacimientos, matrimonio y defunciones que habían tenido lugar dicho día, y allí estaba reseñado el matrimonio de "Antonio Gómez López y Felisa Corroto y Fernández Corroto (sin duda el Fernández es un Error)
Después de la respuesta del Registro Civil, me desentendí por un tiempo de este asunto, y pasado más de un año, por curiosidad, volví a realizar la solicitud al registro civil, esta vez enviándoles una copia de la hora del libro de familia, y el recorte de prensa, y, a los pocos días, contestaron por correo enviando la partida de matrimonio.
El contar con documentos originales, como comento en otra parte, es muy importante, ya que algunas veces contienen datos que son relevantes y que, pueden no serlo para las personas que no se encuentran inmersas en una investigación. El matrimonio, según se indicaba, tuvo lugar en Toledo, el uno de abril de 1936, un miércoles a las doce de la mañana. Antonio tenía 26 años de edad, y su profesión era la de jornalero, con domicilio en la Calle Medinilla nº 3, que debía ser el domicilio de sus padres en esa época. Felisa contaba en esos momentos con 20 años, a punto de cumplir 21, y de profesión aparece consignado "sus labores", con domicilio en Navahermosa. Sin embargo, en esos momentos trabajaba sirviendo en Toledo, y probablemente vivía en la casa de las personas para las que trabajaba. Junto a la de los testigos y el juez, aparece la firma de Antonio, pero falta la de Felisa, probablemente porque no sabía escribir.
Ambos debieron irse a vivir a una vaquería y lechería en el camino o carretera de Mocejón, justo enfrente de lo que hoy es el Parque de Bomberos, sin embargo, el lugar exacto del domicilio no lo conozco, ya que al tener lugar el matrimonio en 1936, no entró en el padrón de 1935, y en el de 1940, mi abuelo ya no estaba en España, y mi abuela tenía otro domicilio, donde vivía con su familia: su hija, hermanas y padres. No hay más documentos sobre esos años, y el matrimonio, ni siquiera una gastada fotografía de boda.
Cuando el 1 de abril, Antonio y Felisa, contrajeron matrimonio, ya se respiraba en el ambiente la guerra. Sin duda, el suceso que más puede afectar al curso normal de una vida, hasta el punto de dislocarla totalmente, es la guerra. Desde el momento actual, los acontecimientos parecen haber sucedido de forma inevitable, como si no hubiera sido posible otro camino. En ese momento, cualquier cosa podía suceder. Algunos pensaban que sólo era cuestión de tiempo que estallara el conflicto. Era perceptible, aunque no se pudiera predecir la dirección y el alcance que tomarían los acontecimientos que estaban a punto de ocurrir. Como a otros muchos, a mi abuelo se le iba a echar encima la guerra. Podía suceder cualquier cosa. El enlace, a pesar de la felicidad que suele suponer, en este caso, debió suceder en un ambiente de gran incertidumbre.
En las elecciones generales que tuvieron lugar en febrero de 1936 (terceras desde la proclamación de la república) venció el Frente Popular, una coalición de partidos de izquierdas. Desde ese momento la situación en el país se enrareció, se multiplicaron las huelgas y conflictos laborales, espoleados en muchos casos por los propios patronos con el fin de crear un clima contrario al gobierno. El 12 de julio fue asesinado por fascistas el teniente de la Guardia de Asalto José Castillo. El 13 de julio, en represalia, el jefe de la oposición al gobierno, José Calvo Sotelo, fue secuestrado en su domicilio, y apareció muerto al día siguiente.
Los planes para el alzamiento llevaban en marcha varios meses. El general Mola será la cabeza visible en los primeros momentos de la sublevación. La guarnición más importante de todo el territorio del Estado Español, se encontraba en Marruecos, que, además, estaba alejada de todos los centros del poder, en la periferia, por lo que los golpistas pensaron en iniciar el alzamiento allí, en Melilla.
El 17 de julio de 1936, un golpe de estado protagonizado por varios generales del ejército fracasó, y desembocó en una guerra civil que se prolongaría a lo largo de tres años. Ese día, las informaciones eran confusas, pero poco a poco fueron llegando las noticias del intento de golpe de estado, aunque el gobierno se esforzó por minimizar su importancia, hasta el punto de que Santiago Casares Quiroga, a la sazón Jefe del Gobierno, ni siquiera reunió a su gabinete.
De la noche a la mañana, la vida y el destino de millones de personas, cambió de forma brusca, y ya nada volvería a ser igual que antes. Para muchos supondría la muerte, otros, después de múltiples sufrimientos, pagaron la culpa de permanecer fieles al gobierno legal de la República con privación de libertad, trabajos forzados, y cuarenta años de una dictadura terrible; por último, otro importante número de españoles se vieron forzados al exilio, y muchos de ellos nunca regresarían. Entre tanto, los horrores de la guerra hicieron estragos en todos.
Los oficiales sublevados declararon el estado de guerra en nombre del Comandante en Jefe del Marruecos Español, Francisco Franco, que en esos momentos se encontraba en las Islas Canarias. Hasta varias horas después las cosas no se fueron aclarando, y ya en la madrugada del día 18 se hizo evidente que el golpe militar había triunfado en Melilla. Poco a poco fueron uniéndose otras plazas, tanto de Marruecos, como de la península, estas últimas, ya el día 19.
Ese mismo día 19, Santiago Casares Quiroga y todo su gobierno, solicitaron y fue admitida su dimisión, y fue nombrado presidente del consejo de ministros, Diego Martínez Barrio, que se fijó el objetivo de negociar con los golpistas, algo que no fue visto con buenos ojos por amplios sectores de la población. El 20 de julio, tras una conversación con el general Mola, en el que este se negó a negociar, Martínez Barrio dimitió, y el Presidente Azaña nombró como su sustituto a José Giral, partidario de armas a las milicias y disolver el ejército.
A pesar del intento de aparentar que no sucedía nada, el gobierno había tomado varias medidas, y alguna de ellas tendrían gran trascendencia en el desarrollo posterior de la guerra. El mismo día 18, se destituyó a varios generales: Virgilio Cabanellas Ferrer, Francisco Franco Bahamonde, Gonzalo González de Lara y Gonzalo Queipo de Llano; se disolvieron todas las unidades del ejército que formaban parte del movimiento insurreccional, se licenciaron las tropas cuyos mandos se habían levantado contra la república, y se anuló el estado de guerra en todas las plazas donde se hubiera dictado esa medida, y no sería declarado de nuevo hasta el 23 de enero de 1939. Como consecuencia de esta última decisión, en todos los territorios que permanecieron fieles a la república, la autoridad siguió ejerciéndola el gobierno, en lugar de pasar a los militares, mientras la estructura militar quedaba prácticamente desmantelada. En muchos lugares se hicieron con el control de la situación grupos incontrolados que se habían hecho con armas al asaltar los cuarteles, y para hacer frente al ejército profesional golpista, se constituyeron milicias populares, algo que en poco tiempo se demostraría que no era efectivo para hacer frente a un ejército organizado. Por su parte, en aquéllos territorios en los que el alzamiento había triunfado, la disciplina militar hizo que las unidades militares permanecieran prácticamente intactas, a pesar de los decretos del ejecutivo.
En esos primeros momentos, tan importantes, el gobierno perdió el control de la situación y la iniciativa, y los errores cometidos se pagarían caros. Costará mucho reconducir el estado de las cosas, hacia una cierta disciplina y orden. Algunos, partidarios de la revolución, cogieron las armas entusiasmados, convencidos de que había llegado el momento de cambiar el mundo. Más tarde, les costará mucho aceptar la realidad, y se producirán situaciones bastante tensas, incluidos derramamientos de sangre. La Guerra Civil empieza con unos meses revolucionarios.
El 19 de julio, Dolores Ibárruri, diputada en las cortes por Asturias, desde el Ministerio de Gobernación, como una piedra de toque de que lo que estaba sucediendo no era lo que declaraba el gobierno, sobre que todo estaba controlad, lanzó por las ondas de radio su famoso discurso "No Pasarán", para animar a frenar la sublevación.
Al inicio de la guerra, Antonio, tenía 26 años, se acababa de casar el 1 de abril con mi abuela Felisa, que en el momento del golpe se encontraba embarazada de tres meses. Sin duda, era una situación difícil para una pareja que empieza a construir su vida, ante los acontecimientos que se avecinan.